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formaciön volcänica. Tal sucede al rededor de Ciu-
dad Real, donde existe una zona de cerca de 660 ki-
lömetros euadrados de superficie que guarda las hue-
las del trabajo de volcanes extintos. Otro tanto ocu-
rre en la sierra ]llamada de la Caldera, en Portugal,
perteneciente a la cordillera Mariänica. Ademäs des-
de el cabo de Gata y pasando por las islas Columbre-
tes, se extiende una linea de cräteres que termina en
Cataluna, en la interesante zona montalnosa que se
extiende entre los rios Fluviä y Ter al N. de Gerona,
donde existen catorce volcanes extintos (31).
Entre las cuevas, grutas 0 cavernas que registra
como mäs notables la Espeleografia espanola (32),
se cuentan : la de Covadonga, en Asturias, que puede
considerarse como cuna de la nacionalidad, porque
all! comenz6 la Reconquista; la de Montesinos, en la
Mancha, descrita por Cervantes en el Quijote; las de
Gibraltar, en que se han hallado ricos yacimientos
prehistöricos; la de Altamira o Santıllana, en San-
tander, tambien con restos prehistöricos, senalada-
mente en pintura; la Lubriga o Lobrega, en Logro-
Ho, cuya extensiön pasa de 500 metros; la de Artd,
en Mallorca, admirable por sus cristalizaciones; y la
del Dragön en la misma isla, con el lago subterräneo
de Miramar (833).
(31) Las erupciones de estos primitivos volcanes de-
bieron durar hasta los comienzos del periodo cuaternario,
sin que desde entonces hayan vuelto a dar senales de activi-
dad, por lo cual se les considera como extintos para siempre.
El monte Colibre de las Columbretes ofrece todos los indi-
cios de un erätler.
(32) La obra mäs valiosa sobre esta materia se debe al
sabio ingeniero Sr. Puig y Larraz: titülase aquella, Caver-
nas y cimas de Espana.
(3833) Tambien es notable la sima de Inuzquiza, en Na-
varra, que se hizo tristemente celebre * ’tima guerrg8 ci-
vil por las atrocidades dei cabecilla & u.&g0, que preei-
pitaba en ella a sus prisioneros. Dicha :‘ na, pröxima a Es